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Leyenda La Cruz del Diablo, fuente:tucuentofavorito.com |
La cruz del diablo es una fascinante leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer, que se centra en la época feudal.
"Hace tiempo pasaba por tierras catalanas acompañado por un guía y otras personas. Al llegar a un cruce de caminos a orillas del Segre, en el término de Bellver, quedé absorto ante una gigantesca cruz de metal, algo oxidada ya, con un pedestal de piedra un tanto estropeado y al que se podía acceder por una pequeña escalinata.
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Ilustración de Paco Casares, fuente:extrebeo.com |
Pero
justo cuando me bajé del caballo y me descubrí la cabeza en señal de
respeto, el guía me agarró por el brazo con brusquedad. Yo, enfadado, no sabía el origen de ese arrebato:
– ¡Insensato! ¡Vuelve a cubrirte la cabeza! ¿Qué haces? – dijo el guía, avivando aún más mi asombro y mi ira.
– ¡Solo iba a mostrar respeto a Dios! – me defendí yo.
–
¿A Dios, dices? En verdad te digo que si dedicas una sola oración a los
pies de esta cruz, las montañas que ves crecerán hasta el cielo y
taparán para siempre la luz del sol…
– ¿Qué quieres decir?- dije sin entender nada.
– Esta cruz no es santa. El mismísimo demonio mora en ella. Os lo explicaré al llegar al pueblo…
Llegamos al pueblo cuando el sol acababa de ponerse. Encendimos el fuego de la chimenea
y ya frente a ella, el guía comenzó a narrar una increíble leyenda que
aún pesa en torno a la cruz que vi en el camino. Todos escuchamos con
atención:
Hace mucho tiempo, sobre los riscos de la colina que empieza tras el Segre, se alzaba un castillo, del que aún quedan algunos vestigios, y que fue la morada de un vil señor que mantuvo aterrados a los habitantes de este lugar durante mucho tiempo.
El hombre, que había heredado el castillo
de su padre, habitaba sus frías paredes en soledad, y se aburría tanto,
que comenzó a comportarse de una forma cruel con todos: desde sus
propios siervos hasta la gente de Bellver, a la que no dudaba en robar,
matar o torturar.
Secuestraba
a las mujeres, mataba a los campesinos… Y los pobres no sabían qué
hacer para defenderse. De hecho, acudieron numerosas veces ante el rey
para explicar su situación, pero él nunca quiso hacer nada para
ayudarles.
Afortunadamente, el déspota y tirano caballero se aburría tanto que decidió partir a la guerra en las Cruzadas.
Durante tres años, los habitantes de aquel lugar pudieron respirar
tranquilos. Pero la paz se acabó con el regreso de un caballero que se
había vuelto aún más malvado.
Podéis imaginar el terror de aquellas pobres gentes, a las que volvieron a ahogar con injustos tributos,
a los que perseguían y mataban si no pagaban impuestos descomunales.
Los más pobres acudieron de nuevo ante el rey, y obtuvieron un silencio
aterrador como respuesta. No les quedaba otra que luchar.
El pueblo de Bellver se levantó entonces en armas contra su señor, en una cruenta batalla
en la que murieron muchos. Pero un día, o mejor dicho, una noche, en la
que los villanos que acompañaban y servían al malvado noble, celebraban
una victoria de una batalla, aprovecharon los campesinos un descuido.
Los caballeros estaban borrachos y no se dieron cuenta de que el enemigo trepaba por las almenas. Los campesinos consiguieron dar muerte a todos ellos,
incluido el capitán, el vil señor que les dirigía. Colgaron en la
entrada del castillo su armadura, y se alejaron orgullosos del siniestro
lugar.
Nadie se atrevía a entrar de nuevo en aquel lugar, ni a mirar de frente esa armadura.
De hecho, empezaron a circular historias sobre el posible castigo
divino por contemplar aquellas armas, empapadas de maldad y muerte. Así
que todos prefirieron dejarlas allí, junto a los huesos de los moradores
del castillo.
Durante un tiempo todos volvieron a respirar tranquilos. Pero la paz no duró para siempre…
Un día, un grupo de bandidos se hicieron con el castillo. Desde entonces, volvieron los robos, los asesinatos, los secuestros. Pero lo peor de todo es que un misterio tenebroso y diabólico se escondía tras todos esos actos.
Al mando del grupo que operaba, iba siempre un hombre vestido con la armadura del noble asesinado. Y, mientras que los asesinatos se multiplicaban, los campesinos volvieron a la lucha para intentar atrapar a los bandidos.
Al final consiguieron capturar a uno de ellos, y escucharon aterrados la historia que tenía que contarles:
–
En realidad somos un grupo de nobles, atraídos por las malas artes. Yo
fui desheredado por mi propio padre. Decidimos juntarnos y así es como
llegamos hasta el castillo del Segre. Pero una vez allí, ocurrió algo…
Discutíamos una noche por decidir quién sería el jefe, cuando de pronto
apareció entre la oscuridad del lugar un hombre ataviado con una armadura.
La visera le tapaba el rostro, y lo único que dijo, con una voz
cavernosa que hiela la sangre es: ‘ Si alguno de vosotros se atreve a
ser el primero mientras yo habite en este castillo del Segre, que tome
esta espada, signo del poder’.
Ninguno de los que estábamos allí nos atrevimos a hacer nada. Desde entonces, este extraño caballero nos guía. Nunca se quita la armadura, ni levanta la visera. Las flechas
se hunden en su cuerpo sin hacerle nada, y es capaz de atravesar un
muro de fuego sin quemarse… En verdad pensamos que puede ser el
demonio’.
¡El demonio! ¡El demonio en el cuerpo de su antiguo señor! Todo cobraba sentido. Pero… ¿cómo deshacerse entonces de él?
Algunos de los habitantes de Bellver decidieron pedir consejo a un sabio ermitaño
que vivía en una pequeña ermita consagrada a San Bartolomé, a las
afueras del pueblo. El hombre, después de escuchar atentamente, les
ofreció a todos ellos la solución:
– Al demonio no podréis vencerle nunca con vuestras armas. Debe ser con una oración..
Y
diciendo eso, les ofreció una oración de San Bartolomé con la que dijo
que podrían doblegar al demonio mismo. Los hombres hicieron caso, y
agrupados, se dirigieron al castillo por la noche. Al llegar, recitaron
en alto la oración, y efectivamente, consiguieron inmovilizar al hombre de la armadura, al que llevaron maniatado hasta el pueblo.
Durante
el juicio, pidieron al hombre que dijera su nombre, pero solo
consiguieron un profundo silencio como respuesta. Y tampoco quiso
descubrirse. Desesperado, uno de los hombres se abalanzó sobre él y retiró la visera.
Todos ahogaron un grito de espanto. ¡No había nada dentro! En ese
instante la armadura se cayó al suelo, y lo que hubiera dentro había
desaparecido.
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Ilustración de Ángel García Nieto, fuente:extrebeo.com |
Decidieron encerrar la armadura en un calabozo, y acudieron al rey para contar lo sucedido:
– Muy bien, si decís que la armadura pertenece al diablo, colgarla de una horca. Así, cuando intente recuperarla, se ahogará.
Pero
al regresar, la persona que cuidaba de la armadura les relató con
espanto cómo de pronto alguien se había metido dentro, y de un golpe le
apartó de su camino…
Consiguieron atrapar de nuevo al hombre de la
armadura usando la oración de San Bartolomé, y la colocaron esta vez en
una horca, tal y como propuso el rey. Pero al día siguiente, la
armadura había desaparecido.
Decidieron entonces volver a atraparlo y quedarse cada uno con una parte de la armadura. Pero, inexplicablemente, el misterioso caballero recuperaba una y otra vez su armadura.
Así que no les quedó otra que pedir de nuevo consejo al viejo ermitaño:
– Bien, la única solución que se me ocurre es fundir todas las piezas y levantar con ellas una cruz de hierro…
Y
así fue cómo decidieron crear la cruz de hierro. Atraparon de nuevo al
hombre y echaron las partes de la armadura al fuego. Quienes estaban
allí, recuerdan con horror los gritos y lamentos que despedía el fuego, y cómo el humo formaba extrañas formas que se retorcían en el aire..
Peor
aún lo que narran los herreros que debían golpear el hierro fundido
para crear la cruz. Aseguran que tuvieron que esforzarse mucho porque el
hierro se retorcía y gritaba cada vez que le golpeaban.
Al fin
consiguieron formar la cruz, y la colocaron en el lugar donde la
encontrasteis. Desde entonces, nadie se atreve a parar allí, ya que
cuentan que fue durante tiempo el lugar favorito de salteadores y asesinos. Y que en las noches de tormenta,
todos los rayos abrazan la cruz y destrozan parte de su pedestal. Sin
duda, es la cruz del diablo, la única morada que consiguió vencerle para
siempre."
Fuente de la información:Tucuentofavorito.com/la-cruz-del-diablo
Más información:etc.usf.edu obras de Gustavo Adolfo Becquer leyenda-7-la-cruz-del-diablo/
Historia
"La leyenda no parece tener un origen determinado. La afición de Bécquer por los relatos folclóricos y su aprovechamiento para la narración literaria de orden fantástico se hace cada vez más patente.
La Cruz de San Bartolomé
La Cruz no es un símbolo cristiano, ya que, es mencionada en el Libro de San Cipriano, (Tesoro del Hechicero), referida como talismán contra los hechizos. También aparece en forma de tatuaje natural en el cuerpo humano, y debe ser la mano derecha de la persona, las líneas de la que han de dibujar este símbolo. Esta referencia se hace en la etapa pagana de la vida de san Cipriano, cuando quiso encantar a Justina por encargo de Aglaide, lo que como brujo no consiguió. Por eso preguntó al Genio Infernal Lucifer porque no podía actuar contra Justina. El diablo le respondió que era porque tenía la Cruz de San Bartolomé. Al enterarse de este poder, dado por Dios tal figura, renegó del Maligno y se convirtió al cristianismo."
Ver información:Wikipedia La Cruz del diablo
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